jueves, 28 de octubre de 2010

El texto y su contexto... (Parte I)

Se dice que un texto sin su contexto es un pretexto, por lo tanto, hoy nos remitiremos a tratar el contexto en el cuál surge nuestro problema a tratar.

Por lo tanto trataremos en primer lugar el contexto histórico, es decir los hechos que sucedieron en ese entonces; en segundo lugar investigaremos cuál era la situación social que se vivía; también nos abocaremos a conocer la situación geográfica; y por último, el devenir histórico, más precisamente, cuáles fueron los pensamientos resultantes o generados por el suceso en cuestión.

Para el contexto histórico tenemos que recordar que nuestro problema se halla dentro del suceso que formará un antes y un después para el pueblo de Israel; lo cual genera que “nuestro inconveniente” tome mayor valor y sea, en reiteradas ocasiones, consultado.

Recordemos que el pueblo se había formado a partir de la estadía de Jacob y su descendencia en Egipto, en cumplimiento de la promesa hecha por Dios a él. A la vez, el que el pueblo había llegado a ser esclavo porque el nuevo Faraón desconoció quién fue José y sus descendientes. La esclavitud se generó a partir del miedo por parte de los egipcios al vislumbrar cuán grande era el pueblo hebreo y lo que podrían llegar a hacer si se lo proponían.

400 años habían pasado desde ese entonces, y Dios llama a Moisés y le dice que va a sacar a su pueblo de Egipto. Es en ese interludio, entre la propuesta de Dios y la ida de Moisés, cuando encontramos por primera vez nuestro problema (Éxodo 4:21). Luego de un ir y venir por parte de Moisés respecto a hacer o no la voluntad de Dios, decide ira a Egipto en busca del pueblo israelita. Ahora bien, Dios le dice que por más que Moisés realice los milagros con el poder Divino, Dios endurecería el corazón del Faraón para no dejarlos ir.

A partir del contexto histórico podemos aprender lo siguiente: Dios llamó a Moisés 6 veces para que vaya a Egipto; finalmente aceptó y decidió ir. Al Faraón, Dios le dio 10 oportunidades para rendirse y aceptar su voluntad. Pero cuanto más oportunidades le dio, más se endureció en sí mismo.

Esto nos enseña que no es Dios quien endurece nuestro corazón, sino todo lo contrario, el nos sigue llamando, ahora bien, somos nosotros los que endurecemos nuestro corazón, y cabe destacar que cada problemas que tenemos en la vida, es una oportunidad para acercarnos o alejarnos de Dios. Moisés decidió acercarse, el Faraón alejarse.

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